¡A ESTA INVITO YO!

Durante diciembre, desde el equipo de GAiN queremos no solo cuidar a las personas que necesitan tu ayuda en los distintos proyectos, sino también cuidar de ti. Por eso, estas navidades te queremos regalar este calendario de adviento para que puedas DESCONECTAR, REFLEXIONAR, AGRADECER y CELEBRAR.

 ¡Relájate y disfruta!

DÍA #14

Somos conscientes de que a menudo es difícil percibir y ser conscientes del impacto directo que tiene la colaboración con el trabajo de GAiN, ya sea económicamente, con la donación de productos o a través del voluntariado. 

Confiamos en que vídeos como el que te traemos hoy te ayuden a conectar un poco más con las personas beneficiadas por tu colaboración. Nuestra contribución es solo un granito de arena. Por supuesto que sus realidades siguen siendo muy duras. Pero gracias por ayudarnos a llevar esa luz de esperanza y amor que marca esa pequeña (pero grande) diferencia. 

Te dejamos con el testimonio de Ceyla. Ella y sus hijas recibieron unas de las Tiny Houses que construimos en Turquía.

Queremos que sigas soñando,

con ver la vida de personas en situación de extrema vulnerabilidad ser transformada por el amor de Dios puesto en práctica. Te invitamos ayudarnos a hacer posible seguir estando presentes el año que viene al lado de las personas que más lo necesitan.

HAZ TU DONATIVO
Staff GAiN

¡PAQUETE PREMIUM!

Nunca antes un paquete premium había sido gratis.

Haz clic en Telegram.
Sigue nuestro canal.
¡Disfruta!
Esperamos ver tus reacciones.
Campo de refugiados Lesbos (Grecia)

Por Mina* (joven refugiada en Lesbos)

Todo está hecho un caos.

Hay momentos. Es como si algo te estrangulara, necesitas hablar con alguien, que alguien se dé cuenta de ti, no solo por escuchar, pero no lo hay, y quieres salir y hacer que tu espíritu encuentre un rescate.

Estoy segura de que los momentos duros son para cada persona que vive en este planeta, pero algo va mal, para mí se supone que ya debería ser suficiente.

Tengo algunos sueños, como toda chica de mi edad. Quiero hacerlos realidad, no quiero desperdiciar los días dorados de mi vida aquí. Pretendo que soy fuerte, pero no lo soy. Quiero terminar, pero tengo miedo de eso.

Este lugar convierte a la gente en algo que no son. En realidad, han perdido la esperanza. Me puedo dar cuenta completamente de esto. Hay momentos en los que prefieres rendirte.

A pesar de todo, sigo pensando en mis sueños. Cada noche.

*Nombre cambiado por razones de seguridad

Campo de refugiados Lesbos (Grecia)

Por Uli Fischer (GAiN)

Lo que parece el comienzo de un cuento de Las mil y una noches, no es en realidad más que una pesadilla.

Najib* es un joven de 18 años que se presenta ante nosotros todos los días desde que empezamos a trabajar en este lugar concreto del campo de refugiados. Estamos a punto de reconstruir una estructura que se quemó hace unos meses (lo que provocó que unas 80 personas del campamento se quedaran sin vivienda e incluso se perdió una vida). Najib se muestra amable e interesado. Parece que le gusta practicar su inglés para relacionarse con la gente. En un momento de la mañana dice: «Ahora tengo que irme, tengo una cita en la selva» (se refiere a la parte del campamento que no está incluida en el perímetro oficial). Uno de los hombres que vive allí está enseñando inglés a quien quiera aprenderlo. Creo que es mejor aprender a dormir o jugar todo el tiempo». Y se va.

«¿Puedo ayudarte?», me pregunta cuando vuelve por la tarde. Durante una pausa me cuenta que lleva tres meses viviendo aquí. Su madre y su padre murieron en Afganistán y él vino junto con su tía y los hijos de ésta. Como a ellos les permitieron trasladarse a Atenas -y a él no-, ahora vive solo y espera conseguir un sello de mejor color en su «Ausweis», el documento oficial en el cual sellan la resolución de asilo. Por el momento, su color sólo le permite moverse en las proximidades del campamento y, por supuesto, no puede trasladarse a la Grecia continental o incluso más allá.

«Hay muchos Ali Babás en el campamento», me dice (aquí a los ladrones se les conoce como Ali Babás). Continúa diciendo que una noche, a eso de las 4 de la mañana, cuando estaba profundamente dormido, alguien cortó la pared de plástico de su «casa» y quiso robarle lo poco que tenía: móvil, tarjeta de crédito del gobierno griego y su Ausweis. Luchó contra los ladrones enmascarados, pero uno tenía un cuchillo y le cortó. Ahora veo la larga cicatriz a lo largo de su barbilla que está algo cubierta por una barba de tres días. Las marcas de más de diez puntos de sutura son bien visibles. No quiero ni imaginar lo que podría haber pasado: un poco más abajo y probablemente Najib ya no estaría vivo (como bastantes personas que pierden la vida en aquí). Le digo que me alegro mucho de que esté vivo y de que podamos estar aquí y hablar.

Najib quiere ser médico. Espero que la vida no le robe también este sueño.

Un cuento de ‘Las mil y una noches’ sonaría diferente. Sin embargo, es la historia de Najib. ¿Y para qué sirven los cuentos? Para entretener, para encantar, para cautivar, para pensar, para actuar… ¿Qué estoy haciendo con las historias que escucho? ¿Qué haces tú con las historias que escuchas?

*Nombre cambiado por razones de seguridad

Campo de refugiados Lesbos (Grecia)

Por Uli Fischer (GAiN)

Lo que parece el comienzo de un cuento de Las mil y una noches, no es en realidad más que una pesadilla.

Najib* es un joven de 18 años que se presenta ante nosotros todos los días desde que empezamos a trabajar en este lugar concreto del campo de refugiados. Estamos a punto de reconstruir una estructura que se quemó hace unos meses (lo que provocó que unas 80 personas del campamento se quedaran sin vivienda e incluso se perdió una vida). Najib se muestra amable e interesado. Parece que le gusta practicar su inglés para relacionarse con la gente. En un momento de la mañana dice: «Ahora tengo que irme, tengo una cita en la selva» (se refiere a la parte del campamento que no está incluida en el perímetro oficial). Uno de los hombres que vive allí está enseñando inglés a quien quiera aprenderlo. Creo que es mejor aprender a dormir o jugar todo el tiempo». Y se va.

«¿Puedo ayudarte?», me pregunta cuando vuelve por la tarde. Durante una pausa me cuenta que lleva tres meses viviendo aquí. Su madre y su padre murieron en Afganistán y él vino junto con su tía y los hijos de ésta. Como a ellos les permitieron trasladarse a Atenas -y a él no-, ahora vive solo y espera conseguir un sello de mejor color en su «Ausweis», el documento oficial en el cual sellan la resolución de asilo. Por el momento, su color sólo le permite moverse en las proximidades del campamento y, por supuesto, no puede trasladarse a la Grecia continental o incluso más allá.

«Hay muchos Ali Babás en el campamento», me dice (aquí a los ladrones se les conoce como Ali Babás). Continúa diciendo que una noche, a eso de las 4 de la mañana, cuando estaba profundamente dormido, alguien cortó la pared de plástico de su «casa» y quiso robarle lo poco que tenía: móvil, tarjeta de crédito del gobierno griego y su Ausweis. Luchó contra los ladrones enmascarados, pero uno tenía un cuchillo y le cortó. Ahora veo la larga cicatriz a lo largo de su barbilla que está algo cubierta por una barba de tres días. Las marcas de más de diez puntos de sutura son bien visibles. No quiero ni imaginar lo que podría haber pasado: un poco más abajo y probablemente Najib ya no estaría vivo (como bastantes personas que pierden la vida en aquí). Le digo que me alegro mucho de que esté vivo y de que podamos estar aquí y hablar.

Najib quiere ser médico. Espero que la vida no le robe también este sueño.

Un cuento de ‘Las mil y una noches’ sonaría diferente. Sin embargo, es la historia de Najib. ¿Y para qué sirven los cuentos? Para entretener, para encantar, para cautivar, para pensar, para actuar… ¿Qué estoy haciendo con las historias que escucho? ¿Qué haces tú con las historias que escuchas?

*Nombre cambiado por razones de seguridad