Su nieta estaba radiante cuando lo explicaba: «El abuelo ya no puede caminar tan bien. Por eso quería quedarse en nuestra casa en Irak cuando todos tuvimos que huir. Pero mamá y papá no querían dejarlo solo. Se quedaron con él. Nosotros en cambio caminamos mucho con mis tíos, tías y primos. Dormimos fuera durante dos noches. Entonces un buen hombre nos dejó quedarnos en su campamento. Al principio pensamos que podríamos volver pronto, pero por el momento tenemos que quedarnos aquí. Y de repente mamá, papá y el abuelo estaban con nosotros otra vez. Mamá llora mucho. Estoy tan contenta de que el abuelo lo haya logrado».
La nieta escuchó explosiones y disparos. Los adultos no le contaron el drama de la fuga. Esperaban que los combatientes del ISIS se fueran, pero los encontraron y los amenazaron: «¡Si no se van, les cortaremos la cabeza!» Todo el mundo tenía que correr, incluido el abuelo de 90 años, y el SIS los persiguió con motocicletas y rifles durante mucho tiempo. Habían perdido todo, pero al menos estaban vivos. En algún momento encontraron un taxi que llevó a los que ya no podían caminar los últimos kilómetros a Erbil. Allí se encontraron con sus parientes de nuevo. El misericordioso propietario de un restaurante había vaciado su cobertizo sin más, les dio refugio allí y los cuidó.
Como muchos otros, la familia ha estado esperando la oportunidad de regresar. El cobertizo no es cómodo: el techo está agrietado, hay escorpiones y la familia vive allí con 40 personas en un espacio muy pequeño. ¡Pero ellos viven! GAiN también ha proporcionado a esta familia queroseno para calentarse y cocinar, alimentos, ropa y mantas. Sin embargo, su gran pregunta es: ¿Cómo continuará?
Hoy conocí a Z. Vivía en una parte del contenedor donde instalábamos más camas, ya que se mudaban nuevas personas que acababan de llegar. Mi colega y yo estábamos afuera esperando a nuestros otros colegas y se detuvo a hablar con nosotros, preguntando si teníamos algún consejo para una espalda dolorida. Traté de ayudarlo sugiriendo algunos ejercicios que podía hacer, y la conversación fluyó desde allí.
«Había dos cosas que nunca me perdería en Afganistán: el cricket (ver o jugar) y la clase de inglés».
De hecho, su inglés era impecable.
«Solía traducir para médicos y psicólogos. Vi a algunos hombres en posiciones poderosas, cuya firma podía cambiar el curso de la vida de una persona, derramar lágrimas y mostrar gran temor, ya que admitían ciertas cosas en esas sesiones Tenían que compartir esto para que pudiéramos ayudarles.
Cuando era más joven, tenía curiosidad por las relaciones y la vida. Si mirabas mi historial de Google, encontrarías temas como «cómo ser un buen novio o marido», «cómo saber si le gusto a una chica», y «por qué estoy aquí», «cuál es el significado, la filosofía de la vida». He aprendido que todos somos una sola raza, la raza humana. Y debemos ser buenos y hacer el bien. Nada más importa».
En un día tan lleno de impresiones y emociones, de luchas con la comunicación y de barreras lingüísticas y culturales, aquí hubo un momento para conectar con otra persona. Y sí, una de las primeras cosas que dijo cuando lo conocí fue, «No puedo esperar a salir de aquí», pero honestamente, ¿quién no lo haría?
Mis vecinas están en peligro.
Sergei Buchin vive con su esposa Nadezhda en la remota aldea de Chasiv Yar. A su alrededor viven muchas personas mayores, en su mayoría mujeres de más de 70 años. Para ellas es muy difícil sobrevivir en medio de la guerra. Pero, personas como Sergei y su familia, tomaron la decisión de arriesgar sus vidas y quedarse en primera línea de guerra para ayudar a sus vecinas.
Sergei sigue permaneciendo en Chasiv Yar, uno de los lugares más afectados en la guerra de Ucrania, dónde continúa su trabajo en la empresa de servicios públicos, pero desde una perspectiva totalmente diferente: descargando ayuda humanitaria, cavando tumbas para las personas que fallecen, vigilando los generadores de electricidad, limpiando los escombros tras los bombardeos, reparando las salas donde se encuentran los depósitos de agua, entre otras cosas. Curiosamente como Sergei pasa mucho tiempo trabajando y ayudando a otras personas, no tiene tiempo de hacer la cola y recibir ayuda, especialmente agua, así que Evgeny, quien es parte del equipo de nuestro colaborador local, le lleva directamente la ayuda a su casa y no sólo para su familia, sino también para las abuelas-vecinas con las que la comparte.
Por desdicha, cada vez es más peligroso conducir hasta él; durante la última visita, un dron voló hacia Evgeny, pero hoy podemos dar gracias, porque ese día había un viento fuerte, e impidió que el dron apuntará a su objetivo, que en este caso era nuestro colaborador local. Ellos siguen arriesgando su vida para poder llevar agua potable en medio de bombardeos en una guerra que parece no tener fin.
Hoy es un día de carga en el almacén de GAiN en Valencia (España). Una vez dadas las instrucciones para que el camión pueda entrar en nuestra nave me dirijo a saludar al transportista. Pero me doy cuenta de que no está solo, el conductor del transporte de hoy va acompañado. Su acompañante es un chico joven con una aparente dificultad a la hora de socializar.
Mientras cargamos el camión con la ayuda humanitaria cuyo destino final era Ucrania, entablamos un poco de conversación. En GAiN nos gusta profundizar en las relaciones con las personas siempre que sea posible, también con las personas que hacen la importante labor de llevar la ayuda a su destino.
Entre conversación y conversación, me cuenta que el chico que le acompaña es su hijo y que sufre de autismo severo. Son ucranianos. Su mujer sigue ahí.
La única forma que tiene de mantener a su hijo a salvo es llevándolo con él a las largas rutas que hacen con su camión. Es un trabajo duro e implica estar largas temporadas lejos de su mujer pero es consciente de que es la única forma de mantener a su hijo a salvo.
Al terminar de cargar el camión, les ofrezco agua y algo para comer. Antes de marcharse, me pregunta que porqué hacemos lo que hacemos. Le explico nuestra motivación y acto seguido me da las gracias. Yo le recuerdo que sin personas como él la ayuda nunca llegaría a las manos de quienes la necesitan. Estamos juntos en esta cadena de ayuda y una vez más puedo experimentar la satisfacción de conectar a un nivel más profundo con la persona que llevará la ayuda a su destino.
Nuestro colaborador local se reunió con una persona de un pequeño pueblo del sur de la región montañosa del Alto Atlas, Marruecos. Durante un tiempo, trabajó como ingeniero y vivió en una gran ciudad con su mujer e hijos hasta que su padre necesitó de su ayuda en la agricultura, lo cuál le llevó a tomar la decisión de volver al pueblo de su infancia. En el pueblo solía haber 40 casas. Tras el terremoto 80% de ellas se han derrumbado, entre ellas, las de Ibrahim y su familia. Sólo una habitación de la casa quedó intacta, ¡la habitación en la que dormían Ibrahim, su mujer y sus 5 hijos! Ibrahim recibió ayuda de Mika, nuestro colaborador local, para poder construir un refugio provisional junto a su casa.
Ibrahim ha sido un hombre que se inspiró por la visión de las personas que lo ayudaron a él, esto lo impulsó a actuar como guía local, permitiendo que las aldeas abrieran sus puertas y confiaran en nosotros. Gracias a sus conocimientos y habilidades, Ibrahim pudo ayudar a nuestro colaborador local en la distribución de paneles solares y luces, enseñando a cada persona cómo usarlos y asegurándose de que las baterías se cargaban con regularidad. Por eso sumar esfuerzos junto al colaborador local y los propios aldeanos, nos trae esperanza y nos permite acompañarles para seguir presentes en Marruecos.
Con bastante probabilidad, no saldrías de tu país en una situación de guerra, persecución, hambruna o escasez, por una de dos razones:
No te sería necesario ya que, por ejemplo, eres de la mayoría religiosa y étnica y apoyas al partido dominante, además de tener ahorros y/o familiares económicamente solventes y dispuestos a ayudarte. Si este es tu caso, enhorabuena, no tendrás mucho de lo que preocuparte en comparación con el segundo caso y con las personas que se verán forzadas a huir, aunque a nadie le gusta vivir en un lugar donde la paz y los derechos humanos fundamentales brillan por su ausencia. Si se trata de una guerra, hay otro factor a tener en cuenta: no vivir en una zona en conflicto intenso. En ese caso, da igual tu ideología, creencia o poder adquisitivo. Las bombas no llaman puerta por puerta para preguntar.
Las circunstancias te impedirían huir aunque quisieras ya que, por ejemplo, por mucho que tu seguridad y la de tu familia corra peligro por tus posiciones políticas y creencias, ni tu ni tu familia extendida tiene el dinero suficiente para costear el viaje de huida. Si este es tu caso, lamentamos decirte que tu situación sería la menos deseada, viviendo en un lugar donde tu vida corre peligro por la violencia o por la extrema pobreza y falta de oportunidades (o por todas), sin poder aspirar a algo mejor. Soñarías con tener el mínimo dinero para escapar y, en el peor de los casos, puede que no viese más salida que la de venderte a las mafias con fines de explotación (sexual, laboral, etc.).
DE 5 A 8 – Tienes todas las de salir
Cuanto más se acerque tu puntuación al número 8, más razones tendrías para huir en busca de un lugar en el que intentar sembrar un futuro más esperanzador, principalmente por las siguientes razones:
Por capacidad adquisitiva: puedes costear el viaje y la supervivencia, al menos para los próximos meses. No obstante, es bastante probable que gastes todos tus ahorros y tengas que tirar de los ahorros de tu familia extendida, la cual esperará que les devuelvas el favor cuando alcances un destino relativamente estable. Es por eso que te urge encontrar una fuente de ingresos lo antes posible, aunque sea mínima, pero… ¡sorpresa! La solicitud de asilo tarda más de lo que debería y te encuentras junto a tu familia malviviendo durante meses y meses en un campo de refugiados donde lo único a lo que aspiras es al traslado a un campo de refugiados en mejores condiciones.
Por necesidad: tu vida y la de los tuyos está en juego. Por muy poco que tengas ahorrado o que tu familia extendida pueda prestarte, te será mejor encontrar la forma de huir. Cuanto menos dinero tengas, más larga y arriesgada será la ruta hacia tu país de destino. Con casi total seguridad, acabarás en un campo de refugiados o en algún complejo de acogida. Incluso en un campo de refugiados, el dinero del que dispongas puede determinar muchas cosas: tener más comida, más ropa, más mantas, más productos de higiene, tener instalación de luz, etc. Sin embargo, otras cosas no las podrás decidir por mucho dinero que traigas, por ejemplo: tener que compartir servicios y duchas con más de cien personas o el reducido espacio en la tienda que te asignen. Si eres hombre soltero, puede que ni siquiera te asignen tienda.
Por supuesto, hubieras deseado no tener que huir y, muy probablemente, no dejarás de mirar al futuro con la esperanza de volver algún día.
DESCUBRE MÁS EN LA EXPLICACIÓN DE LOS RESULTADOS MÁS ABAJO EN LA PÁGINA.
¿DE QUÉ LADO ESTARÍAS?
En una situación así, pocas personas se sienten realmente dueñas de su destino y las circunstancias personales juegan un papel determinante.
¿CUÁNTAS DE ESTAS AFIRMACIONES SON CIERTAS PARA TÍ?
Tengo ahorros suficientes para sobrevivir durante al menos cinco meses o podría conseguirlos (por ejemplo, vendiendo propiedades)
Soy hombre
Tengo hijos
Tengo familiares viviendo en otros países
Mi familia extendida tiene dinero de sobra para suplir nuestras necesidades básicas y estaría dispuesta a cubrirlas.
Pertenezco a una minoría étnica o religiosa (puede ser una minoría confesional, por ejemplo, protestantes en el cristianismo en España)
Voto o simpatizo con un partido político con ideología contraria al partido gobernante en estos momentos.
He compartido mi posición política o religiosa con personas fuera de mi familia (si has participado en concentraciones o manifestaciones, puedes sumar un punto extra)
Haz la suma y descubre tus posibilidades de acabar buscando una vida con más oportunidades fuera de tu país.
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